viernes, 8 de mayo de 2009

Eladio

Eladio Attorno describe su vida como un tomar cotidianamente el autobús hacia un continente desconocido.

Vivió en un hotel estatal durante un par de semanas y estuvo a punto de dejarse seducir por el espíritu bohemio-artístico del asunto. Pero no conseguía desatascar las persianas, lo que le condenaba, en el interior del apartamento, a una quasitotal ausencia de luz solar.

Y en el edificio sólo había un asistente, de complexión hercúlea, que se encargaba de la limpieza y el orden, para lo que disponía de las pertinentes herramientas: un cubo de fregar, un mocho y una llave maestra con la que se aseguraba de que todo estaba en orden. 

La llave sólo la usaba en ocasiones excepcionales, claro está :-)

Afortunadamente para Eladio, un buen día acertó a pasar frente a su ventana Karnittine Backen, una dama de natosa complexión y cierta tendencia a la plenitud, a abrazar al prójimo y a la sonrisa dislatada de oreja a oreja.

Trabajaba Karnitine como empleada de la multinacional Pepel, de automóviles import y export. 

Uno de sus servicios consistía en atender un mostrador de vidrio en el que se ofrecían al trabajador en pausa de mediodía (o al visitante despistado) las viandas correspondientes al día de la semana.

Saludaba con su espléndida sonrisa, de la que, desde las profundidades del rojo, surgía un vibrante Mahlzeit!!.

Eladio se sintió envuelto por la sonora campana del Mahlzeit!! y no acertó a seguir mirando a Karnittine, sino hacia la bandeja de cerdo estofado con patatas, que señalaba con su dedo índice, mientras balbucía un einmal das... sin levantar los ojos.



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